Hoy estaba esperando en una cola de gente seria y con frío, preocupada en sus cosas e intentando que nadie se colara...cuando ha entrado un niño con su madre.
Tendría unos cinco años, ha entrado feliz saludando a todos: ¡hola, hola,...!. Mirando a los ojos con el gesto sonriente y la alegría en sus ojos.
Se ha parado en la puerta automática y se ha quedado embobado con el movimiento, observando como la puerta se abría cada vez que iba a entrar alguien.
Y a la persona que entraba le decía con fuerza: ¡hola!.
Los mayores serios y concentrados al verlo y oirlo sonreían y lo saludaban, saludándonos a los demás también...
Y me ha hecho pensar...
¡Cómo nos cambia el gesto cuando nos sentimos contagiados por la vitalidad, la mirada positiva, la acogida, la alegría sincera!
¿Por qué no caminamos por la vida como ese niño: asombrándonos por las pequeñas cosas, siendo conscientes de la presencia del otro, acogiendo cada vida que se cruza en nuestro camino?.
¿Por qué no sacar de nosotros la vida que llevamos dentro y no guardarla tanto, reservarla tanto, protegerla tanto... que hasta se nos olvida que está dentro?.
¡¡Caminemos saludando, acogiendo, sonriendo contagiando la LUZ que llevamos dentro!!
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